Sin duda, seguro que habéis visto más de alguna vez obras de este fantástico ilustrador norteamericano. Aprovecho algunas de ellas para desearos a todos, alumnos y seguidores del blog, una
Feliz Navidad.
Norman Percevel Rockwell nació el 3 de febrero de 1894 en Nueva York.
Alrededor de 1908 descubre que su verdadera vocación es la ilustración y asiste a las clases de arte de la Chase School en Manhattan y de la National Academy School, En 1910, Rockwell se trasladó a la Art Students League, donde aprendió anatomía e ilustración con maestros como George Bridgman o Thomas Fogarty.
Trabajó como ilustrador en el Saturday Evening Post, una revista de actualidad y sociedad, Su primera portada data de 1916. Trabajó para esta revista hasta 1963. Sus portadas, anuncios, ilustraciones y demás publicidad han sido repetidas e imitadas hasta la saciedad. Trabajó en campañas publicitarias para McDonald's, Coca-Cola y diferentes marcas comerciales de cereales, chicles, neumáticos…
Rockwell en su autobiografía " My Adventures as an Illustrator " reconocía la influencia del gran ilustrador JosephChristian Leyendecker.
En 1963 Norman Rockwell puso fin a su larga relación con The Saturday Evening Post y comenzó a trabajar con su competidor, LOOK . Se acercó a Allen Hurlburt, el director de arte en LOOK, con una idea para una pintura de"... el niño negro y los alguaciles". Hurlburt le mencionó que necesitaba el cuadro del 10 de noviembre para poder ser publicado en Enero de 1964. Se trata de "El problema con el que todos vivimos".
Desde mediados de los 60 y principios de los 70, Rockwell recuperó su punto mordaz y crítico con la sociedad. Los cambios políticos que entonces sufrió la sociedad norteamericana, entre ellos los de la integración de los negros, la lacra del racismo y la investidura del presidente Kennedy, fueron tomados e interpretados por Rockwell. Abogó por la multiculturalidad, la integración, la defensa del débil, la defensa de los derechos humanos, su religiosidad y su respeto a todas las razas.
Falleció el 8 de noviembre de 1978 en Stockbridge
No puedo dejar de comentar en esta entrada una de las obras más significativas de Norman Rockwell, la anteriormente citada "El problema con el que todos vivimos".
Norman Rockwell, "El problema con el que todos vivimos" de 1963. Óleo sobre lienzo. 91,4 x 147,3 cm.
Ilustración para "Look" 14 de enero de 1964. Norman Rockwell Museum Collections.
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Cuando Rockwell realizó esta obra no sabía que el nombre de la niña era Ruby Bridges, la prensa no había publicado su nombre debido a la preocupación por su seguridad. Utilizó diferentes modelos a las que en las largas sesiones colocaba unos tablones para que apoyaran los pies y así conseguir la sensación de marcha. Rockwell era muy cuidadoso con los modelos de sus obra. Se conservan interesantes fotografías de este proceso creativo.
Esta pintura fue realizada en óleo sobre lienzo, al igual que todas las otras obras de Norman Rockwell.
La figura principal, la niña, se dispone ligeramente a la izquierda, quedando compensada con una gran mancha roja a la derecha. Rockwell se tomó la licencia artística de representar a la niña con un vestido, cintas para el cabello, zapatos y calcetines de color blanco, para captar la atención del espectador. En realidad Ruby Bridges llevaba un vestido a cuadros y zapatos negros.
En el resto de la obra utiliza un colorido neutral: la acera de color gris, la pared de hormigón con manchas, los trajes grises y sienas de los federales. Destaca el color rojo de la mancha que ha dejado un tomate al estrellarse en la pared y el color amarillo de los brazaletes amarillos de los agentes federales.
Rockwell deja a los federales en el anonimato al quedar sus cabezas fuera del cuadro. Se trata de la justicia impersonal, meros cumplidores de una orden que aparece visible en el bolsillo del agente de la izquierda. También queda fuera del cuadro la muchedumbre que intentaba impedir el acceso de la niña a la escuela. La tensión del momento sólo se observa en el puño cerrado de uno de los federales. La escena supera los límites de la obra.
En la pared aparecen dos graffitis: el insulto racial, "nigger", y la sigla amenazante "KKK". Elementos que centran el tema fundamental de la obra: el racismo y la segregación racial.
Ruby Bridges fue la primera niña afroamericana que asistió a una escuela de primaría, la William J. Frantz Elementary School, que hasta ese momento sólo era para "blancos". Pero para poder hacerlo tuvo que ser protegida por agentes federales. Ocurrió el 14 de noviembre de 1960.
La Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos había declarado la segregación ilegal desde 1954, pero todavía había una fuerte oposición de parte de los gobiernos y ciertas comunidades en los estados sureños. Para acceder a las escuelas de blancos, los niños negros debían demostrar que tenían el suficiente nivel académico. Así, los sometían a un test de cuyo resultado dependía que tuvieran o no la oportunidad de asistir a esas escuelas. Sus padres eran miembros de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color y aceptaron participar en el sistema de integración racial de Nueva Orleans. Ruby fue una de los seis niños que resultaron aptos y la única que se decidió a asistir a la escuela. Para las familias no era una decisión cualquiera, aunque las leyes aprobaran la integración, la sociedad, estaba muy en contra de la medida. No era una decisión fácil ni libre de consecuencias. Bridges asistió a clases durante todo un año sola, porque los padres de los otros niños no querían que estuvieran cerca de ella debido al color de su piel.
Cinco décadas más tarde, el 19 de diciembre de 2010, comentaba a la BBC sus recuerdos:
Recuerdo que ese día todo el mundo parecía estar muy emocionado. Los vecinos vinieron a casa por la mañana para ayudarme a vestir para ir a la escuela. Alguien golpeó en la puerta y cuando mis padres abrieron pude ver unos hombres blancos muy altos con trajes, con bandas amarillas en los brazos. “Somos policías federales. Nos ha enviado el presidente de Estados Unidos”. Estaban ahí para escoltarme a la escuela. Entré al coche con ellos. No sentí miedo. Llegamos a la escuela y había muchas personas enfrente y agentes de policía a caballo y en motocicletas. Todo parecía como un gran evento. Viviendo en Nueva Orleans, pensé que se trataba de las fiestas de Mardi Gras (una gran fiesta de Carnaval en la que participa toda la ciudad y a la que acude gente de todas partes). Jamás imaginé que todo eso era por mí, que habían organizado una manifestación para impedir que yo acudiese a la escuela. Portaban pancartas, coreaban consignas: “Two, four, six, eight, we don’t want to integrate”. Los policías federales me metieron rápidamente en el edificio hasta la oficina del rector. Vi como gente entraba apresurada y me miraban por la ventana, gritando. Fueron a todas las aulas para sacar a sus hijos. Se los llevaron a casa y nunca les dejaron regresar. Siempre hubo gritos y más gritos. Unos aparecían sosteniendo una pequeña caja, que era un ataúd de bebé en el cual habían colocado una muñeca negra.
Cuando regresé el segundo día, la escuela estaba vacía. El rector me esperaba en el descanso de la escalera y me indicó dónde quedaba mi clase. Cuando entré vi una mujer que dijo: “Hola, soy tu maestra. Mi nombre es Sra. Henry”. Lo primero que pensé fue: “¡Es blanca!”, porque nunca había tenido una profesora blanca y no sabía qué esperar. Resultó ser la mejor maestra que jamás tuve y amé la escuela por ella. Era una mujer que había llegado desde Boston para enseñarme porque los profesores de la ciudad rehusaban darle clase a niños negros. Fue como una segunda madre para mí y nos convertimos en las mejores amigas. No falté un solo día ese año. Afuera la gente gritaba diciendo “la vamos a ahorcar, la vamos a envenenar”. Recuerdo sentir mucho miedo esos días. Pero estaba confusa, no entendía por qué lo hacían.
Mis padres también sintieron la presión. Mi papá fue despedido de su trabajo en una gasolinera cuando su jefe se enteró que era su hija la que asistía a la escuela y los clientes se empezaron a quejar.
Meses más tarde caí en cuenta de lo que pasaba cuando me topé con otro niño en la escuela que me dijo: "Mi mamá me dijo que no puedo jugar contigo porque eres una negra". Con eso entendí todo. Era por el color de mi piel. Me sentía muy sola. Creo que eso fue lo peor, tener seis años y ningún amigo. Muchas veces me preguntaba “¿Por qué yo?”, pero a medida que crecí me empecé a dar cuenta del significado de “¿por qué no yo?”. Ahora me siento feliz de lo que sucedió. Me siento orgullosa de que mis padres aceptaron que fuera a esa escuela.
El 8 de enero de 2001, Euby Bridges fue premiada por el entonces presidente de Estados Unidos Bill Clinton.
La historia protagonizada por Ruby Bridges no fue un hecho aislado en aquellos años en la lucha contra la segregación racial en Estados Unidos.
Cinco años antes, en 1955, Rosa Parks, un humilde modista negra, regresaba de su trabajo en autobús, en la ciudad de Montgomery, cuando un pasajero blanco, primero, y el conductor, después, le pidieron que se levantara de su asiento para que se sentara en él un viajero blanco que acababa de subir. Así lo dictaban las leyes de Alabama a mediados del siglo XX, pero ella se negó. El conductor llamó a la policía y la mujer fue detenida y obligada a pagar una multa de catorce dólares.
El hecho puso de manifiesto una vez más las condiciones de segregación a que estaban sometidas las gentes de color, que tenían prohibido el acceso a piscinas, escuelas, restaurantes y un gran número de servicios públicos exclusivos para los blancos.
El incidente del autobús tuvo como primer efecto la creación de la Montgomery Improvement Association, cuya finalidad era la defensa de los derechos civiles de la minoría negra. Martin Luther King fue su presidente. La asociación organizó un boicot a los autobuses de Montgomery que tuvo un seguimiento masivo y fue un rotundo éxito: duró 382 días y contribuyó a que la causa de los afroamericanos de Montgomery fuese conocida en todo mundo. Como consecuencia de ello, el gobierno norteamericano se vio obligado a abolir la segregación en los transportes públicos.
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